
ALGO MÁS QUE UNA CONDUCTA
Daniel tiene 35 años. Cuando tenía 20 años sufrió el primer brote de esquizofrenia tras haber pasado por una depresión. En ese momento, los médicos no se atrevieron a diagnosticarle esa enfermedad mental de forma definitiva porque tenían dudas sobre si ese comportamiento podía deberse a un abuso de drogas. Tras volver a padecer otros brotes psicóticos, le diagnosticaron esquizofrenia paranoide.
Su madre, Amalia, colabora como voluntaria en la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (AMAFE), que recientemente ha celebrado el 25 aniversario de su fundación. Con el objetivo de dar una respuesta integral y efectiva a los problemas derivados de los trastornos mentales crónicos de sus familiares, AMAFE cuenta en la actualidad con cerca de 600 socios que representan a miles de familias con algunos de sus miembros afectados por esquizofrenia. Como otras muchas personas que han vivido de cerca esta enfermedad, Amalia tiene claro que la tardanza en el diagnóstico es uno de los principales problemas que afectan a los enfermos por esquizofrenia. Su postura frente a su hijo siempre se ha basado en el apoyo junto al resto de la familia, aunque admite que al principio recibieron la noticia con incredulidad e incomprensión. Tanto a ella como a Daniel les costó concienciarse de que él padecía esquizofrenia. “En esto nos ayudó mucho la asociación, es un paso necesario”, reconoce Amalia.
Al igual que el resto de trastornos mentales, la esquizofrenia está llena de prejuicios, fruto del desconocimiento de la mayoría de la sociedad cuyos responsables suelen ser los medios de comunicación. Amalia recalca que las personas como su hijo no son agresivas, aunque al encontrarse en ese estado psicótico, el enfermo vive una situación límite que puede traducirse en comportamientos extraños y, algunas veces, agresivos. En todo caso, existe un mayor riesgo de que los esquizofrénicos se autolesionen que agredan a otras personas.
Las personas con enfermedades psicóticas no corresponden con el perfil que les atribuye la sociedad, producto de tópicos dañinos
Una vida normal detrás de la esquizofrenia

Tratamiento
Daniel recibe una inyección mensual de un antipsicótico y un antidepresivo. En ocasiones puntuales toma ansiolíticos. Con esta medicación, su comportamiento es “normal”, asegura su madre, y no se diferencia del resto de la población. Sin embargo, Amalia está convencida de que, más allá de los medicamentos, tratamientos no farmacológicos como terapias son necesarios para ayudar al enfermo y facilitar la integración social y laboral.
Ahora, Daniel es una persona totalmente autónoma, excepto económicamente, al encontrarse en paro (aunque está buscando trabajo). Su vida normal se refleja en aficiones tan comunes como la lectura, la música o el senderismo.