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Daniel Pinelo

 

España se hace vieja. Un 23,4% de la población nacional supera los 60 años, según el Informe Global de Envejecimiento 2014 de HelpAge International. Sin embargo, se calcula que en 2050 el porcentaje de la tercera edad en nuestro país llegará al 40,2%. El aumento de la esperanza de vida y la baja natalidad destacan como los principales motivos de estas preocupantes cifras.

 

Ante este panorama, son muchos los colectivos sociales que demandan la potenciación de políticas que promuevan la calidad de vida de nuestros mayores. Los recortes en sanidad y dependencia aplicados por el Gobierno de España en los últimos años, en base a los ajustes presupuestarios dictados por la Unión Europea, han abocado a muchos ancianos a la pérdida de notable de su bienestar.

 

En este contexto, las enfermedades mentales que afectan a la tercera edad se ven acentuadas por la falta de recursos económicos con los que poder hacerles frente. Instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS) lanzan constantemente el aviso de que estas personas no pueden quedar desatendidas ante su delicada situación. Los trastornos mentales que afectan a edades más jóvenes de la población se agravan conforme se adentra la vejez. Un claro ejemplo de esto son los casos de depresión. Mientras que un adulto, recibiendo el tratamiento adecuado, puede hacerle frente a esta enfermedad a medio o largo plazo, un anciano probablemente no llegue a recuperarse totalmente; de ahí que las políticas sociales tengan la capacidad de desempeñar un papel importantísimo para contribuir, por lo menos, a paliar los efectos de la pérdida de un ser querido. Situaciones de viudedad pueden suponer un golpe mental irreversible que desemboque en un estado de soledad profunda por parte del enfermo.

 

La sanidad pública es un pilar fundamental en este tema. Así, las mareas blancas que varias veces al año salen a la calle en toda la geografía nacional reclaman al Gobierno una mayor atención ante el sector para que, entre otras cosas, la calidad de vida de los ancianos no disminuya. Misma opinión tiene el sector psíquico privado, consciente de que la mayoría de estas personas no disponen de recursos económicos para costear el tratamiento mental en sus clínicas, situación que se ha visto incrementada con la crisis económica.

Los trastornos mentales se acentúan durante la vejez, pero la falta de recursos económicos no favorece su tratamiento

Los recortes en sanidad y dependencia dificultan la atención a la tercera edad

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